lunes, 21 de noviembre de 2016

San Pablo

San Pablo







San Pablo

Vicente
Macip 1525



San Pablo, Plaza de San Pedro


christusrex


SAN PABLO

Apóstol de los Gentiles
29 de Junio,


Fiesta de
San Pedro y San Pablo


25 de Enero: fiesta de su conversión.
Pablo C.
3-65
?     




Año Paulino




Ver También:


-Más imágenes de San Pablo

-San
Pablo Extramuros, Basílica mayor


-Pablo lo
sufrió todo por amor a Cristo
,

De las
homilías de san Juan Crisóstomo


-Bernabé



Cuando Pablo fue tirado por tierra, fue capaz de
entregarle a Cristo absolutamente todo sus ser. Mas tarde pudo decir "ya no soy yo quien
vive, es Cristo quien vive en mi"



Pablo
escribió 13 cartas que forman parte del Nuevo Testamento y
están dirigidas a las comunidades de gentiles, paganos convertidos por su predicación.
En ellas les exhorta, les guía en la fe y enseña sobre ética y doctrina. Estas cartas
son inspiradas por el Espíritu Santo y forman parte de la revelación divina.  Es
decir, son Palabra de Dios y por medio de ellas Dios mismo se da a
conocer.  Pablo es el instrumento en esta comunicación divina pero al mismo tiempo
las cartas nos ayudan a conocer al autor humano.  Reflejan su personalidad, sus dones
y sus luchas intensas. Otras fuentes que nos ayudan a conocer el apóstol son los Hechos
de los Apóstoles escritos por San Lucas y ciertos libros apócrifos.



Pablo nació
de una familia judía acomodada, de la tribu de Benjamín,
en Tarso de Cilicia (hoy Turquía). Su nombre semítico era

Saulo. No sabemos cuando comenzó a llamarse con el nombre
latino de Pablo. Por ser Tarso una ciudad griega, gozó de ciudadanía romana. La fecha de su nacimiento se calcula alrededor del
año 3 A.D. Según se cree, Jesús nació alrededor del 6 o 7
B.C. Entonces
Jesucristo
sería sólo unos 10 años mayor que San Pablo. 





Aunque criado en una ortodoxia rigurosa,
mientras vivía en su hogar de Tarso estuvo bajo la influencia liberal de los
helenistas, es decir de la cultura griega que en ese tiempo había penetrado
todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Se formó en las
tradiciones y culturas judaicas, romanas y griegas.





Siendo joven, no sabemos la edad, Saúl fue a
estudiar
en Jerusalén
en la famosa escuela rabínica dirigida por Gamaliel. Además de
estudiar la ley y los profetas, allí aprendió un oficio como era la costumbre. El joven
Saúl escogió el de construir tiendas. No se sabe si jamás vió a Jesús antes de
su crucifixión pero no cuenta nada sobre ello.




Hacia el año 34 Saúl aparece como un recto joven fariseo, fanáticamente dispuesto
contra los cristianos. Creía que la nueva secta era una amenaza para el judaísmo
por lo
que debía ser eliminada y sus seguidores castigados. Se nos dice en los Hechos de los
Apóstoles que Saúl estuvo presente aprobando cuando
San Esteban,
el primer mártir, fue apedreado y muerto
.
Fue poco después que Pablo experimentó la revelación que iba a transformar su vida.
Mientras iba a la ciudad de Damasco para continuar su persecución contra los cristianos
y hacerles renegar de su fe,
Jesucristo se le apareció y tirándolo por suelo le pregunta: «Saúl, Saúl,
¿por qué me persigues?»
Hechos 9,4. Por la luz sobrenatural quedó ciego.
Pablo ante el Señor se entregó totalmente: -"Señor, ¿qué quieres que
haga?
.  Jesús le pide un profundo acto de humildad ya que se debía someter
a quienes antes perseguía: -"vete donde Ananías y él te lo dirá".
Después de su llegada a Damasco, siguió su
conversión, la sanación de su ceguera por el discípulo Ananías y su bautismo. Pablo
aceptó ávidamente la misión de predicar el Evangelio de Cristo, pero como todos los
santos, vio su indignidad y se apartó del mundo para pasar tres años en << Arabia
>> en meditación y oración antes de iniciar su apostolado. Hacía falta mucha
purificación. Jesucristo lo constituyó Apóstol de una manera especial,
sin haber convivido con El.  Es pues el último apóstol constituido. "Y en
último término se me apareció también a mí, como a un abortivo." I Corintios
15:8. Su vida es totalmente transformada en Cristo:





"Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de
Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y
las tengo por basura para ganar a Cristo"
(Flp 3,7-8).



Desde entonces era
un hombre verdaderamente nuevo y totalmente movido por el
Espíritu Santo para anunciar el Evangelio con poder.
Saúl desde ahora se
llamará con el nombre romano: Pablo.  El por su parte nunca descansó de sus
labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y múltiples viajes
por tierra y mar (al menos cuatro viajes apostólicos), tan repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea
cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros si las cartas y
evidencia que han llegado hasta nosotros contienen todas las actividades de San Pablo. Él
mismo nos dice que fue apedreado, azotado, naufragó tres veces, aguantó
hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades. Fue
preso y,
además de estas
pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos y casi constantes conflictos

los cuales soportó con gran entusiasmo por Cristo,
por las
muchas y dispersas comunidades cristianas.



Tuvo una educación natural mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los
primeros apóstoles de Cristo. Decimos "educación natural" porque los
otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro recibiendo así una educación
divina. Esta también la recibió San Pablo por gracia de la revelación. Siendo
docto tanto en la sabiduría humana como en la divina, Pablo fue capaz de
enseñar que la sabiduría humana es nada en comparación con la divina:
 



"Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez;
atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría."
Romanos 12,16.



A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de
Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero
manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios
eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe, a Dios, el único
sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén. Rm 16,25-27





Pablo inició su predicación en Damasco. Aquí la rabia de los
judíos ortodoxos contra este "traidor" era tan fuerte que tuvo que escaparse
dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta. Al bajar a Jerusalén, fue
suspiciosamente vigilado por los judíos cristianos porque no podían creer que él que
tanto había perseguido se había convertido. De regreso a su ciudad nativa de Tarso, otra
vez se unió Barnabás y juntos viajaron a Antioquía siriana, donde encontraron tantos
seguidores que fue fundada por la constancia de los primeros cristianos. Fue aquí donde
los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez (del
Griego << Christos >>, ungido). Después que regresaron a Jerusalén, una vez
más para asistir a los miembros de la iglesia que estaban escasos de alimentos, estos dos
misioneros regresaron a Antioquía y después navegaron a la isla de Chipre; durante su
estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus.



Una vez mas en tierra de Asia Menor, cruzaron las Montañas Taurus y visitaron muchos
pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en
estos lugares Pablo primero visitaba las sinagogas y predicaba a los judíos; si ellos lo
rechazaban entonces predicaba a los gentiles. En Antioquía de Pisid, Pablo lanzó un
discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras:  Hechos 13,46-47
"Entonces dijeron con valentía Pablo y
Bernabé
: «Era
necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la
rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos
volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor:  Te he puesto como la
luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»





Después de esto Pablo y Bernabé volvieron a Jerusalén donde los ancianos trataban el
tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría  de miembros judíos,
hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque
para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley
judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un
cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una
circuncisión del corazón, una transformación interior. La ley no puede
justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo
. Vivir
esta gracia es sin embargo un reto aun mas radical que el que presenta la ley y exige
entrega total. Esta llamada a la gracia y a la respuesta total hasta la muerte forma parte
esencial de su enseñanza y de su vida.



La segunda jornada misionera, la cual duró del año 49 a 52, llevó
Pablo a Silas, su nuevo asistente a Frigia, Galacia, Troas, y a través de tierra de
Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas el médico era ahora un miembro del grupo, y en el
libro de los Hechos él nos da un relato que ellos fueron a Tesalónica, y después bajó
a Atenas y Corinto. En Atenas Pablo predicó en el Areópago y sabemos que algunos de los
estoicos y epicureanos lo escucharon y discutieron con él informalmente atraídos por su
intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética. Pero mas
importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos que abrían su corazón
podían comprender que Pablo tenía una sabiduría nunca antes enseñada.




Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo griego-romano, y sus
cartas de este período muestran que él está consciente de la gran ventaja en su contra,
de la lucha incesante contra el escepticismo e indiferencia pagana. Él sin embargo se
quedó en Corinto por 18 meses, y encontró éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y
Priscila, se convirtieron y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron
con él al Asia. Fue durante su primer invierno en Corinto que Pablo escribió las
primeras cartas misioneras. Estas muestran su suprema preocupación por la conducta y
revelan la importancia de que el hombre reciba la inhabitación de Espíritu Santo ya que
solo así hay salvación y poder para bien.




San Pablo
La tercera jornada misionera cubrió el periodo del 52 a 56. En
Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy
popular. Pablo fue motivo de un disturbio público ya que los comerciantes veían peligrar
sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía. Después, en
Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente
y encadenado. Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma que
sorprendió a sus opresores. Fue llevado a Cesarea por el rumor de algunos judíos en
Jerusalén que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el
templo. Así planeaban matarlo. Fue puesto en prisión en Cesarea esperando juicio por
aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix y Festus. Los gobernadores romanos
deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos por lo que postergaron su juicio de
mes a mes. Pablo al final apeló al Emperador, demandando el derecho legal de un ciudadano
romano de tener su juicio escuchado por el mismo Nerón. Fue entonces colocado bajo la
custodia de un centurión, el cual lo llevó a Roma. Los Hechos de los Apóstoles lo dejan
en la ciudad imperial esperando su tribunal.



Aparentemente la apelación de Pablo fue un éxito porque hay evidencia de otra jornada
misionera, probablemente a Macedonia. En esta última visita a las comunidades cristianas,
se cree que nombró a Tito obispo en Creta y a Timoteo en Efeso. Volviendo a Roma,
fue una vez mas arrestado. Su espíritu no decae ante las tribulaciones porque sabe en
quien ha puesto su confianza.



Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo
sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar
mi depósito hasta aquel día. -II Timoteo 1,12



La vida de Cristo en San Pablo lo
transforma en hombre nuevo, lleno de la gracia, conocimiento de Dios. Es
capaz de comunicar la vida de Cristo.





Murió el "hombre viejo" (cf. Rm 6,6.11; Flp 3,10). Nace el "hombre
nuevo"
(2Cor 5,17; Gal 5,1). Ahora la vida de Cristo es su vida (cf. Col
2,12-13; Rm 6,8; 2Tim 2,11). Está plenamente identificado con EL (cf. Flp
3,12). Ofrece su vida con su Señor en su misterio de pasión, muerte y
resurrección (Rm 6,3-4), para completar lo que falta en su propia carne a la
pasión de Cristo (cf. Col 1,24).
Está
lleno de agradecimiento

porque Cristo "se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20; cf 1,4; Ef
5,2; Jn 10,10).



Pablo es el libre prisionero de Cristo (cf. Hch 20,22); ya no se pertenece,
sino que su vivir, amar y morir es Cristo Jesús (cf. Gal 2,20). Amar a
Cristo es inseparable de amar a aquellos que le han sido confiados con el
mismo amor de Cristo. Ese amor es superior a los meros esfuerzos humanos, es
el amor divino que ha recibido, que no escatima en nada para llevar al amado
a Cristo (cf. 1Cor 4,14-17; 2Cor 6,13; 11,2; 12,15; 1Tes 2,7.10-11; Fil 10;
Gal 4,19).



Después de dos años en cadenas (cárcel Mamertina
que puede ser aun visitada en Roma) sufrió martirio en Roma al mismo tiempo que
el Apóstol Pedro, obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no
fue crucificado sino degollado. Según una antigua tradición su
martirio fue cerca de la Via Hostia, donde hoy está la abadia de Tre Fontana
(llamada así por tres fuentes que según la tradición surgieron cuando su cabeza,
separada ya del cuerpo, rebotó tres veces)
 



Las inscripciones del
segundo y tercer siglo en las catacumbas nos dan evidencia de un culto a los
Santos Pedro y Pablo. Esta devoción nunca ha disminuido en popularidad.





San Pablo que al final dijo: "He competido en la noble competición, he llegado a
la meta en la carrera, he conservado la fe" -II Timoteo 4,7.  Nos ha dado la
Palabra de Dios que nos fortalece para nuestras luchas y salir como el victoriosos.  
Es por lo tanto esencial que meditemos asiduamente sus cartas como toda la Palabra de Dios
que encontramos en la Santa Biblia. Allí encontraremos la Sabiduría




¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! -Romanos 11,33




San Pablo
Jesus Marti Ballester

jmarti@ciberia.es



Pablo fue un fascinado, un enamorado de la
persona de Cristo. Encontrarse con Jesús Resucitado fue la experiencia más
grande, profunda y decisiva de su vida. Experiencia de gozo, de amor y de
libertad. Cristo rompió la losa del sepulcro de su orgullo y autosuficiencia,
que era propia de los fariseos, y le resucitó por dentro. En adelante sentirá la
necesidad de evangelizar: "¡Ay de mí si no evangelizare!" (1 Cor 9,16); “Me
empuja el amor de Cristo” (2 Cor 2,14). Apasionado por la Verdad, ya la predica
en Arabia y en Damasco y se conmueve hasta las lágrimas ante una ciudad
incrédula o idólatra. Predica la verdad desnuda de todo ornato humano, y la
predica a tiempo y a destiempo (2 Tim 4,2). Sus sufrimientos, que sabe que son
valiosísimos, pues en ellos participa todo el cuerpo, corazón que padece y
llora, voluntad que acepta y ofrece, y la fe que aquilata el mérito, son
principalmente las puertas que abren las puertas al evangelio por todas partes:
"Nunca fueron mis móviles ni la ambición ni la avaricia, ni el afán de gloria
humana... Fuimos todo bondad en medio de vosotros. Como una madre cuida
cariñosamente a sus hijos, así, en nuestra ternura por vosotros, hubiéramos
querido entregaros, junto con el evangelio, nuestra propia vida. ¡Tan grande era
nuestro amor por vosotros! Recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas: día
y noche trabajábamos, para no ser gravoso a ninguno de vosotros mientras os
anunciábamos el evangelio de Dios" (1 Tesa 2,5).

Una característica singular de Pablo es que “Se complace en sus
debilidades, porque cuanto más débil soy, soy más fuerte” (2 Cor 12,10).
Está convencido de que su fuerza tiene las raíces en la flaqueza. No era
elocuente, ni tenía presencia retadora, era débil en las persecuciones,
lleno de mansedumbre en el gobierno de las almas, y predicaba verdades
repugnantes a contracorriente a los no creyentes y también a los
creyentes. Pero estaba convencido de su fuerza venía de Dios y que con
sus sufrimientos suplía lo que faltaba a la pasión de Cristo (Col 1,24).
Y por encima de todo, estaba colmado de amor: “¿Quién enferma y no
enfermo yo? ¿Quién se escandaliza y yo no ardo?”(2 Cor 11,29). Padeció
torturas espirituales, defección de sus evangelizados, persecuciones,
abandonos, soledad. Y a pesar de todo, está alegre, “aunque triste, pero
enriqueciendo a muchos” (2 Cor 7,4) y a los Filipenses les recomienda la
alegría cuando está en la cárcel. El poeta Ovidio, desterrado escribió
sus obras tituladas Tristia, y paradójicamente Pablo escribe el
“Gaudete, iterum dico, gaudete”, encarcelado. La razón está en que las
páginas brotan de manantiales diferentes. Pablo era hombre de oración,
de acción de gracias y de peticiones y esperanzas, sabía que sembraba
con lágrimas pero esperaba la cosecha entre cantares y como ha escrito
Bergson, la alegría anuncia siempre la vida que ha triunfado.

Hay que haber comenzado alguna empresa, alguna obra, para poder
barruntar las dificultades de todo género que se les presentaron y que
tuvieron que superar aquellos débiles hombres escogidos: hospedaje,
fieles, trabajo, amistades, poder sobrevivir, abrirse camino. Nosotros
nos lo encontramos todo hecho, ellos tuvieron que empezar de cero y con
un mensaje impopular e innovador. Llegados a Roma, los dos fueron
encarcelados en la Cárcel Mamertina, y sacrificados bajo Nerón: Pedro
crucificado, acusado del incendio de Roma, que el mismo emperador había
provocado; Pablo, como ciudadano romano, decapitado con espada: Así lo
escribe vísperas de su inmolación: "Yo estoy a punto de ser sacrificado"
2 Timoteo 4,6. Los sepulcros de los dos están en Roma como cimiento de
la Iglesia. Por contraste, las ruinas de la “Domus aurea” de Nerón,
apenas reciben algún turista curioso, pero las Basílicas de Pedro y
Pablo son visitadas constante y continuamente por creyentes y no
creyentes todos los días del año. “Las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).


Como la Iglesia de Jerusalén oraba por Pedro en la cárcel, debe hoy
la Iglesia orar por Juan Pablo, y nosotros, de un modo especial ahora
que vamos a tener presente sobre el altar al mismo Cristo, que le ha
elegido para apacentar su rebaño.

"Gustad y ved qué bueno es el Señor" Salmo 33, que nos ha dejado al
cuidado de tales pastores, mártires, Pedro crucificado, Pablo,
degollado, Juan Pablo II, tiroteado y salvado de la muerte por la mano
de la Virgen que desvió la bala. Que Pedro y Pablo ayuden a la Iglesia
que ellos sembraron y regaron con su sangre. Y a Juan Pablo II, reciba
hoy un refuerzo especial de nuestras plegarias: "El Señor lo conserve y
lo guarde y le de larga vida y lo haga dichoso en la tierra y no lo
entregue en manos de sus enemigos".



 





Pablo de Tarso.

La Revolución de Dios

Benedicto XVI, 25 Octubre, 2006




San Juan Crisóstomo le exalta como personaje superior incluso a
muchos ángeles y arcángeles (Cf. «Panegírico» 7, 3).

Dante Alighieri en la Divina Comedia, inspirándose en la narración
de Lucas en los Hechos de los Apóstoles (Cf 9, 15), le define
simplemente como «vaso de elección» (Infierno 2, 28), que significa:
instrumento escogido por Dios.



Otros le han llamado el «decimotercer apóstol» --y realmente él
insiste mucho en el hecho de ser un auténtico apóstol, habiendo sido
llamado por el Resucitado, o incluso «el primero después del Único».
Ciertamente, después de Jesús, él es el personaje de los orígenes
del que más estamos informados. De hecho, no sólo contamos con la
narración que hace de él Lucas en los Hechos de los Apóstoles, sino
también de un grupo de cartas que provienen directamente de su mano
y que sin intermediarios nos revelan su personalidad y pensamiento.

Lucas nos informa que su nombre
original era Saulo (Cf. Hechos 7,58; 8,1 etc.), en hebreo Saúl (Cf.
Hechos 9, 14.17; 22,7.13; 26,14), como el rey Saúl (Cf. Hechos
13,21), y era un judío de la diáspora, dado que la ciudad de Tarso
se sitúa entre Anatolia y Siria. Muy pronto había ido a Jerusalén
para estudiar a fondo la Ley mosaica a los pies del gran rabino
Gamaliel (Cf. Hechos 22,3). Había aprendido también un trabajo
manual y rudo, la fabricación de tiendas (cf. Hechos 18, 3), que más
tarde le permitiría sustentarse personalmente sin ser de peso para
las Iglesias (Cf. Hechos 20,34; 1 Corintios 4,12; 2 Corintios 12,
13-14).



Para él fue decisivo conocer la comunidad de quienes se profesaban
discípulos de Jesús. Por ellos tuvo noticia de una nueva fe, un
nuevo «camino», como se decía, que no ponía en el centro la Ley de
Dios, sino la persona de Jesús, crucificado y resucitado, a quien se
le atribuía la remisión de los pecados. Como judío celoso,
consideraba este mensaje inaceptable, es más escandaloso, y sintió
el deber de perseguir a los seguidores de Cristo incluso fuera de
Jerusalén. Precisamente, en el camino hacia Damasco, a inicios de
los años treinta, Saulo, según sus palabras, fue « alcanzado por
Cristo Jesús» (Filipenses 3, 12).



Mientras Lucas cuenta el hecho con
abundancia de detalles --la manera en que la luz del Resucitado le
alcanzó, cambiando fundamentalmente toda su vida-- en sus cartas él
va directamente a lo esencial y habla no sólo de una visión (Cf. 1
Corintios 9,1), sino de una iluminación (Cf. 2 Corintios 4, 6) y
sobre todo de una revelación y una vocación en el encuentro con el
Resucitado (Cf. Gálatas 1, 15-16). De hecho, se definirá
explícitamente «apóstol por vocación» (Cf. Romanos 1, 1; 1 Corintios
1, 1) o «apóstol por voluntad de Dios» (2 Corintios 1, 1; Efesios
1,1; Colosenses 1, 1), como queriendo subrayar que su conversión no
era el resultado de bonitos pensamientos, de reflexiones, sino el
fruto de una intervención divina, de una gracia divina imprevisible.
A partir de entonces, todo lo que antes constituía para él un valor
se convirtió paradójicamente, según sus palabras, en pérdida y
basura (Cf. Filipenses 3, 7-10). Y desde aquel momento puso todas
sus energías al servicio exclusivo de Jesucristo y de su Evangelio.
Su existencia se convertirá en la de un apóstol que quiere «hacerse
todo a todos» (1 Corintios 9,22) sin reservas.



De aquí se deriva una lección muy importante para nosotros: lo que
cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo, de
manera que nuestra identidad se caracterice esencialmente por el
encuentro, la comunión con Cristo y su Palabra. Bajo su luz,
cualquier otro valor debe ser recuperado y purificado de posibles
escorias. Otra lección fundamental dejada por Pablo es el horizonte
espiritual que caracteriza a su apostolado. Sintiendo agudamente el
problema de la posibilidad para los gentiles, es decir, los paganos,
de alcanzar a Dios, que en Jesucristo crucificado y resucitado
ofrece la salvación a todos los hombres sin excepción, se dedicó a
dar a conocer este Evangelio, literalmente «buena noticia», es
decir, el anuncio de gracia destinado a reconciliar al hombre con
Dios, consigo mismo y con los demás. Desde el primer momento había
comprendido que ésta es una realidad que no afectaba sólo a los
judíos, a un cierto grupo de hombres, sino que tenía un valor
universal y afectaba a todos.



La Iglesia de Antioquia de Siria fue el punto de partida de sus
viajes, donde por primera vez el Evangelio fue anunciado a los
griegos y donde fue acuñado también el nombre de «cristianos» (Cf.
Hechos 11, 20.26), es decir, creyentes en Cristo. Desde allí tomó
rumbo en un primer momento hacia Chipre y después en diferentes
ocasiones hacia regiones de Asia Menor (Pisidia, Licaonia, Galacia),
y después a las de Europa (Macedonia, Grecia). Más reveladoras
fueron las ciudades de Éfeso, Filipos, Tesalónica, Corinto, sin
olvidar tampoco Berea, Atenas y Mileto.



En el apostolado de Pablo no faltaron dificultades, que él afrontó
con valentía por amor a Cristo. Él mismo recuerda que tuvo que
soportar «trabajos…, cárceles…, azotes; peligros de muerte, muchas
veces…Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres
veces naufragué… Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de
salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles;
peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar;
peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir,
muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.
Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación
por todas las Iglesias» (2 Corintios 11,23-28). En un pasaje de la
Carta a los Romanos (Cf. 15, 24.28) se refleja su propósito de
llegar hasta España, hasta el confín de Occidente, para anunciar el
Evangelio por doquier hasta los confines de la tierra entonces
conocida. ¿Cómo no admirar a un hombre así? ¿Cómo no dar gracias al
Señor por habernos dado un apóstol de esta talla? Está claro que no
hubiera podido afrontar situaciones tan difíciles, y a veces tan
desesperadas, si no hubiera tenido una razón de valor absoluto ante
la que no podía haber límites. Para Pablo, esta razón, lo sabemos,
es Jesucristo, de quien escribe: «El amor de Cristo nos apremia…
murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5,14-15),
por nosotros, por todos.



De hecho, el apóstol ofrecerá su testimonio supremo con la sangre
bajo el emperador Nerón aquí, en Roma, donde conservamos y veneramos
sus restos mortales. Clemente Romano, mi predecesor en esta sede
apostólica en los últimos años del siglo I, escribió: «Por celos y
discordia, Pablo se vio obligado a mostrarnos cómo se consigue el
premio de la paciencia… Después de haber predicado la justicia a
todos en el mundo, y después de haber llegado hasta los últimos
confines de Occidente, soportó el martirio ante los gobernantes; de
este modo se fue de este mundo y alcanzó el lugar santo, convertido
de este modo en el más grande modelo de perseverancia» (A los
Corintios 5). Que el Señor nos ayude a vivir la exhortación que nos
dejó el apóstol en sus cartas: «Sed mis imitadores, como lo soy de
Cristo» (1 Corintios 11, 1).

 










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los Corazones Traspasados de Jesús y María.

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